Aunque cada día me repito que puedo con todo lo que se me venga encima, hay días que me levanto y necesito encontrar algo que le dé sentido a mí mundo otra vez.
Busco en los rincones de una ciudad algo que me vuelva hacer sentir que la magia aún es posible y que me llene con un poco de tranquilidad.
Repaso mi móvil por si a caso encuentro en él algún viejo conocido con quien charlar un rato…pero nunca le doy a ese botón verde que sirve para descolgar.
El domingo fue uno de estos desesperantes días en los que busco y no encuentro.
Recibí una llamada, una vieja amiga quería que la acompañara a correr. Me escuché decir “sí”.
Subir en un coche, despistarse, perderse y acabar en el bosque.
Correr sin parar, sin rumbo, esquivando a los arboles y zas! ya era de noche.
Y volver al coche con la sensación de no haber salido de casa, que ya miras al reloj impaciente por ir a ninguna parte, nerviosa por hacer nada.
Hablar por hablar y el tiempo se para. Algo que te llama la atención, un cd de un grupo que ya no existe. Mirarlo de arriba abajo, ver caras conocidas en la portada, leer sus letras cantando e ir finalmente a los agradecimientos.
Monica (la bajista). No reconocerme. Leerlo seis veces, ‘Monica’ y ‘bajista’ llevaban demasiado sin ir juntas, preguntar si realmente está escrito y esperar oír que no estoy majara. No estoy loca, leerlo en voz alta y sonreír.
Haber ayudado a alguien a conseguir eso que nunca pude conseguir para mí y ni siquiera darme cuenta.
Un ‘Gracias’ te deja el cuerpo igual que con un ‘no es maligno’ o como un ‘te quiero’, así que gracias por darme las gracias. Y creedme, si pudiera volver atrás intentaría ayudaros dándome cuenta que sería de mejor ayuda, supongo.
Así es como un día encuentras algo que no buscabas y te sientes capaz de todo otra vez.